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Historias de Vida

“Sé que así me tome un año recuperarme lo lograré”

Por su ubicación geográfica, la costa ecuatoriana es una zona vulnerable a los desastres naturales. Los deslizamientos de tierra y las inundaciones en ciertas épocas del año marcan la cotidianidad de los moradores de la comunidad de Playa Prieta, un hermoso valle irrigado por torrentes caudales de aguas cristalinas del rio Chico, ubicado a 15 km. de la ciudad capital de la Villa Nueva de San Gregorio de Portoviejo, provincia de Manabí. Pese a estos imprevistos, cada año sus pobladores han podido recuperar sus cosechas y mantener una vida tranquila. Sin embargo, cuando dos desastres se juntan, el golpe y las consecuencias para la comunidad es también doble, por las pérdidas humanas y materiales.

Parecería así mismo, que la naturaleza se ensañó con esta población que pocos días antes del terremoto, es decir, el 11 de abril del 2016, una inundación arrasó con parte de los sembríos del pueblo y dejó cuantiosos daños materiales en viviendas y calles de la comunidad. Durante cinco días los habitantes de Playa Prieta planificaron la recuperación de sus tierras y empezaron a llevar a cabo un plan que les permitiera volver a producir ingresos para sus familias.

 

El trabajo se inició y la esperanza de recuperar algo de lo perdido en la inundación estaba latente y en curso. Pero no, un nuevo acontecimiento golpearía terriblemente a este pujante pueblo manabita, 5 días más tarde, a las 6:58 de la noche de un 16 de abril, sucedió lo inesperado, ¡el desastre! un terremoto de magnitud 7,8 los sacudió y los hundió en la desesperanza. Todo lo construido se vino abajo y la comunidad entró en pánico, no lo podían creer. No solo familias estaban envueltas en el luto y el dolor, también lo poco que tenían o les quedaba luego de la inundación estaba perdido debido a los daños irreparables que produjo el terremoto.

Noventa casas de la comunidad se afectaron con el movimiento telúrico. Familias enteras quedaron en la calle, perdieron sus fuentes de ingreso y tuvieron que recoger las pocas cosas que rescataron para mudarse a otros sitios. Néxar Barreiro quien vivía en Playa Prieta desde pequeño sufrió las consecuencias del desastre, debido a que su casa fue considerada inhabitable tuvo que mudarse con su hijo.

Néxar se dedicaba a la siembra de limón, cacao y plátano. La inundación arruinó la mayoría de sus cosechas, y el terremoto terminó por destruir lo que le quedaba. Pese a estos amargos momentos, el habitante de Playa Prieta mantiene la esperanza de poder recuperar la paz en la que se desarrollaba su vida antes de que los dos desastres afectaran su cotidianidad y volver pronto a la normalidad en su querida Playa Prieta.

“Todo se complicó, nos quedamos sin un lugar donde vivir y sin los ingresos que nos producían nuestras tierras, sin embrago, el terremoto y la inundación los tomé con mucha calma porque ahora sé que contra la naturaleza nadie puede.”, cuenta Néxar. Pese a las dificultades, poco a poco ha ido reconstruyendo su casa y recuperando sus terrenos. “Soy muy creyente en Dios y sé que así me tome un año recuperarme lo lograré con su ayuda”, afirma.

La comunidad de Playa Prieta fue atendida en la fase de emergencia por Cruz Roja Ecuatoriana. Por varias ocasiones 307 familias del sector se beneficiaron con kits de herramientas, cocina, frazadas y lonas. “Sin duda lo que he recibido servirá de mucho y me siento muy agradecido por este gesto”, afirma Néxar, cuyo mayor deseo es recuperar su finca y tenerla “más hermosa que antes”.

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